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¿Dónde se habrá metido?

¿Dónde se habrá metido? Sergio Brau Monesma. Hoy no voy a opinar sobre ningún tema deportivo. Quiero traerles una historia que algunos mantienen que es cierta, y que desde que la conocí, estaba buscando el día propicio para contarla. Hoy es ese día. Don Manuel era ya un hombre mayor: rozando la sesentona realizaba su trabajo diario con pasión y con fervor, siempre con una sonrisa dibujada en su rostro,. Un día, mientras trabajaba giró la cabeza hacia el mismo lugar donde todos los días rezaba. Tuvo q ue mirar dos veces porque la primera le pareció imposible no verlo, pero la segunda ojeada le confirmó que no estaba. Preguntó a su compañero si él o alguien le había trasladado y este negó diciendo que estaba donde siempre, y esa vez allí estaba. Don Manuel pensó que se estaba volviendo loco, así que a la semana siguiente, cuando a media tarde volvió a mirar el lugar, lo vio vacío. Esta vez no dijo nada a nadie por temor a que lo tacharan de paranoico, pero allí algo estaba pasando y Don Manuel se juró a sí mismo que lo averiguaría. Cuando un par de horas después lo volvió a ver en su sitio, ya no le cupo duda de que algo pasaba. Se prometió que no lo abandonaría en ningún momento, que no se separaría de su lado porque algo extraño sucedía. Pero pasó una semana y nada extraño sucedió, así que cuando Don Manuel iba a darse por vencido, ocurrió. Era un domingo. El reloj de la Iglesia había dado las 2 campanadas que anunciaban la media hora, en concreto las cuatro y media. Don Manuel, sólo y en guardia percibió un ruido a su espalda y se giró. No estaba en su sitio, unos centímetros por encima del suelo se había elevado y se dirigía hacia la puerta. Entre paralizado por la sorpresa y la estupefacción Don Manuel lo siguió. La puerta se abrió para dejarlos pasar y salieron a la calle. Continuaron en línea recta. Algún transeunte saludó a Don Manuel como de costumbre, pero ninguno sino él vio como avanzada, mansa y tranquilamente hacia delante. Berenguer, Pllaza de Navarra, Alcoraz, Martínez de Velasco, y un leve giro a la derecha. El rostro de Don Manuel, cambiaba de la sorpresa a la curiosidad, de la admiración al nerviosismo pues no acertaba a comprender. Finalmente llegaron. Una puerta volvió a abrirse para dejarlos entrar, y Don Manuel, se encontró engullido por la multitud. Por un momento lo perdió de vista, y cuando ya estaba a punto de marcharse de allí, un pitido lo sacó de sus pensamientos, levantó la vista y lo vio: La gente enloquecía, saltaba, gritaba y él, posado a unos centímetros del marcador, sonreía mientras el Huesca celebraba el gol. Lo miró: estaba sonriendo, como los miles de aficionados que tenía a su alrededor, y entonces, por fin entonces Don Manuel Malo descubrió que al igual que Huesca no sería lo mismo sin SSan Lorenzo, el patrón no sería lo mismo sin el Huesca. A nadie lo contó: ¿Quién iba a creerlo? Sólo tras el final del partido cuando volvió a la Basílica, echó una mirada al santo en su peana y el inane rostro de Lorenzo pareció decirle: ¿entiendes ahora que yo también soy del Huesca? Y Don Manuel lo entendió.

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