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sergiobrau

Agur Jauna

Desde el jueves no paro de darle vueltas. Que decir, qué contar, como despedir desde aquí a Telmo. Desde el jueves revivo en mi memoria los dos momentos de mi vida que estuve con Zarra. Siempre me contaron cosas sobre él, quien más lo hizoo fué mi gran y recordado amigo Mauricio Astola Marcaida, Mauri para los amigos. Ahora, los dos juntos podrán saludarse de nuevo. Mauri siempre me contaba sus actuaciones en San Mamés, sus remates de cabeza, su gran personalidad, su bondad, su generosidad dentro y fuera del campo. El viernes, no pude reprimir alguna lágrima cuando Raimundo Lezama, Carmelo Cedrún y José Mari Maguregui, glosaban su vida en Punto Radio. La primera vez, cuando conocí a Zarra, me temblaron las piernas. Era el año 98, el Centenario del Athletic, el congrso de Peñas en el Parque Etxebarría. Zarra había sido invitado al Oye Como Va del mediodía, que por entonces aún presentaba Jose Iragorri. Yo también estaba allí, ya que debía intervenir en un momento del programa. Mi llegada a la mesa coincidía con la salida de Telmo y Jose hizo las presentaciones. Fueron treinta segundos: Zarra me había visto por la tele. Estrechó mi mano con fuerza y me dió la enhorabuena. ¿Zarra la enhorabuena a mí? Yo sólo articulé que mi amigo fallecido el año amnterior me había hablado mucho de él. No pude hablar más. Uno de esos nudos en la garganta me impidieron hablar. Dos años después, fué todavía ´´as emocionante todavía. El mítico periodista de Radio Nacional de España, Txelu González, y mi amigo Josemari Ortiz de Mendibil, me invitaron a una reunión de antiguos deportistas. Allí daba un cantazo terrible: el más joven de los presentes tendría cincuenta años, y yo por aquél entonces no había cumplido los veintitrés. Aquel día conocí al maestro de maestros, a Matías Prats, e inmortalicé ese momento con una foto donde me escoltaban él y Telmo. Es una foto que alguien me prometió enviar, y que nunca recibí ni creo que ya reciba. Aquél día, donde saludé a Rafa Iriondo, al boxeador Uzkudun y a un montón de veteranos deportisytas vascos, aquel día volví a charlar brevemente con Telmo. Matías Prats ya estaba gestando su Alzheimer, y como Zarra lo sabía no quiso perder ni un segundo en su compañía. En los cinco minutos que le robé, junto a Txelu Y Ortiz de Mendibil, el fútbol llenó la charla y el partido que el Athletic iba a jugar en Tenerife salió a la palestra. Luego llegaron los recuerdos de partidos antiguos y batallitas deportivas. Yo callaba y escuchaba, tampoco podía hacer otra cosa. Me despedí de los que pude, de Telmo el primero. Otra vez el fuerte apretón de manos y un abrazo que no se me olvidará en la vida. Se va un trozo grande de historia, inmenso, por todo lo que fué, por todo lo que significó. Por todo el cariño que dejó en todos los lugares de España. Le vamos a extrañar mucho. Yo por lo menos. Si preguntáis porqué, diré que porque me duele la historia, porque se va algo y alguien que ha palpitado el Athletic toda su vida, y que ha contribuido como nadie a hacerlo más grande. Zarra siempre se quedará. Nadie jamás podrá marcar treinta y ocho goles en una Liga, o por lo menos, será muy complicado. Pocos se acercarán a sus doscientos cincuenta y tres goles, y sólo alguien, ojalá que pronnto, meterá el gol que nos ponga más arriba del cuarto puesto en un mundial. Me hubiera gustado estar en Begoña para despedirle. Para darle las gracias por todo, para unirme con él en su último grito de Athletic. Desde donde quiera que esté, seguirá animando, seguirá palpitando y sufriendo el Athletic, como los que nos quedamos aquí. Se va un señor, se va un mito. Allá donde estés: descansa en paz. Agur Jauna.

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