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sergiobrau

escribe Jon aguiriano en el correo.

Cinco años después de su debut en Primera, Asier del Horno Cosgaya (Gallarta, 1981) acaba de hacer historia. No sólo se ha convertido en el primer futbolista
de su cantera que el Athletic traspasa a un club extranjero, sino también el que más dinero ha dejado en Ibaigane con su venta (12 millones de euros) y
el único al que se despide con una especie de aceptación o acatamiento general que no deja de ser sorprendente. Desde la certeza de que nunca hasta ahora,
a lo largo de 107 años, se había celebrado en el Athletic con tanta unanimidad y trompetería mediática el traspaso de una de sus estrellas, habrá que convenir
en que el caso Del Horno es especial y merece detenerse en él.

Por un lado, se podría decir que algo está cambiando en el club bilbaíno. Al menos, esa impresión da. Y es que de un desinterés casi masivo por la situación
financiera de la entidad -salvo un par de meritorios llaneros solitarios, en las asambleas de compromisarios nadie se ha preocupado nunca por el estado
de las cuentas del club- se ha pasado, de repente, a una preocupación tan honda y solemne que, lejos de derramar una lágrima por la pérdida de su futbolista
más cotizado, la mayor parte de la masa social rojiblanca parece ser la primera en celebrar el negocio realizado y el superávit que éste generará en las
cuentas del presente ejercicio.

Como esta vena fenicia de la afición del Athletic no resulta del todo creíble, lo sucedido empuja a hacer una consideración obvia: la de que Asier del Horno
es una figura controvertida, un tipo de futbolista que inspira admiración por sus cualidades pero también un cúmulo de recelos muy complicados de erradicar.
De lo contrario, no se entendería que a Fernando Lamikiz se le haya puesto una alfombra roja durante esta operación y nadie haya alzado la voz para recordar
que con ella se rompe una norma que se había convertido en obligada promesa electoral de todos los candidatos al sillón de Ibaigane: la de que el Athletic
no vende a sus mejores futbolistas, al menos que alguien pague el importe de su cláusula de rescisión.

Asier del Horno, al que se ha facturado por algo más de la mitad de la misma, ha sido la excepción. Y tampoco es extrañar porque lo cierto es que el internacional
gallartino, un magnífico pelotari en su niñez, viene siendo un caso excepcional desde que entró en Lezama con once años para jugar en el infantil B. Zurdo
cerrado, gran cabeceador, agresivo e intuitivo, las cualidades de Del Horno no tardaron en relucir. Aparte de buen toque, el chaval era un competidor visceral
y tenía unas formidables facultades físicas. Con el tiempo, a medida que crecía, éstas se fueron consolidando hasta convertirle en un portento en el aspecto
anaeróbico: potencia, elasticidad, velocidad de arrancada y de salto... La faceta aeróbica era otra cosa. Del Horno siempre ha tenido problemas de resistencia
y todavía necesita mimar mucho su musculatura para aguantar las cargas altas de esfuerzo.

Aquellos pitos

Apoyado en su naturaleza privilegiada, el jugador comenzó a subir escalones en Lezama. Internacional sub'18, en su carrera deportiva se puede decir que
hubo un primer momento de inflexión. Fue cuando, siendo juvenil, entre Luis Fernández, José Luis Mendilibar y José María Amorrortu decidieron que saltara
al Bilbao Athletic sin pasar antes por el Baskonia.

-«Mejor que termine roto en Segunda B que sobrado en Tercera»-, dijo entonces el tarifeño, que en su última temporada en Bilbao, pocos días después de que
Del Horno cumpliera 19 años, le convocó por primera vez con el primer equipo. El partido era contra el Valladolid y en la lista también estaba Fran Yeste,
su íntimo amigo.

Para su debut en Primera, sin embargo, tuvo que esperar unos meses más. Fue Txetxu Rojo el que le dio la alternativa en el primer partido de la temporada
2000-2001. Ante el Deportivo. Del Horno acabaría jugando catorce partidos, pero no se consolidó como titular. De hecho, vivió un momento muy duro en aquella
primera temporada. En el encuentro contra el Villarreal en San Mamés, el público no le perdonó sus fallos defensivos -Jorge López le hizo la vida imposible,
más o menos como se la haría el bético Joaquín cinco años después- y le pitó en varias ocasiones. Ni los más viejos del lugar recordaban un trato semejante
por parte de la grada a un canterano recién llegado, a un pipiolo de 19 años.

Hubo quien se temió que Asier no superara aquella amargura. No le conocían. Y es que el nuevo lateral del Chelsea ha tenido siempre una confianza total
en sí mismo. Los que le conocen bien insisten en ello. Es más, muchos vienen a decir que esa confianza en su privilegiada naturaleza es excesiva, que Del
Horno es un ejemplo perfecto de futbolista sobrado, de esos que desdeñan el sacrificio. ¿Por qué tardó dos temporadas en quitarle el sitio a un veterano
como Larrazabal, un futbolista muy inferior a él?, afirman más que preguntan. ¿Por qué no acaba de aprender a defender o a medir esfuerzos?

Antes de cambiar de aires con una oferta multimillonaria, Del Horno ha acumulado 126 partidos oficiales con el Athletic: 108 de Liga, 10 de Copa y 8 de
UEFA. Y ha marcado en ellos 17 goles, una cifra magnífica para un lateral izquierdo. Algunos de ellos, además, han sido realmente soberbios, como los que
marcó, con una mezcla de instinto asesino y letal ojeriza, al Real Madrid, su rival predilecto. Internacional absoluto en seis ocasiones, se va siendo
una de las estrellas del club bilbaíno y, sin duda, su futbolista más cotizado en el mercado internacional. Pero también se va con una aureola de futbolista
polémico, inmaduro, poco profesional en lo que se refiere a hábitos de vida y entrenamiento.

Inseparables

El hecho de que Ernesto Valverde tuviera que castigarle en un par de ocasiones por incumplir el reglamento disciplinario le ha acabado granjeando una fama
de trasnochador y balarrasa que ya es de dominio público. Como ocurre, claro está, con su inseparable Fran Yeste. En el fondo, no es extraño que ambos
sean como hermanos y al de Basauri ya se le empiece a intuir la melancolía por la marcha de su amigo. Y es que les unen demasiadas cosas: la edad, la inmadurez,
el dinero, la alegría de vivir y disfrutar, un carácter infantil e impulsivo y, sobre todo, la conciencia de ser dos superdotados y la seguridad de que
esa condición es una fuente inagotable de privilegios.

Esta mala fama, sin embargo, no debería influir a la hora de valorar lo que la pérdida de Asier del Horno supone para el Athletic en el plano estrictamente
deportivo.

-«No hay otro jugador como él»-, dice un antiguo técnico de Lezama.

Y no le falta razón. Del Horno, efectivamente, es un futbolista irremplazable. Él lo sabe y ya lo demostró, por ejemplo, en su anterior renovación con el
club, que fue un culebrón venezolano que sólo se desmadejó cuando intervinieron sus padres y David, su hermano mayor, policía municipal de Gallarta. Otra
cosa es que el Athletic disponga de otros laterales izquierdos que acabarán cubriendo su vacante (Casas, Tarantino o Moya), pero sus prestaciones poco
o nada tendrán que ver con las del gallartino, a quien José Mourinho considera, y así se lo dijo a Fernando Lamikiz, el mejor lateral izquierdo ofensivo
de Europa. «A defender ya le enseñaré yo», vino a decir el técnico del Chelsea, que ya sueña con los abordajes de corsario de su nuevo pupilo por la amura
del segundo palo.

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