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sergiobrau

Nacional de Alicante: día segundo

La mierdecilla de alarma del móvil de Zule me despierta a las 7 menos diez: ¡a menos diez!

Me espabilo enseguida pero me cuesta espabilar a Jesús.

Cuando lo consigo es casi la hora del ddesayuno y llegamos como 5 minutos tarde.

A pesar de ser temprano somos los primeros en entrar a desayunar. Como con ganas, la verdad, me sorprendo de tener hambre a esas horas porque no suele ser normal que coma demasiado a primera hora.

Otra vez jugamos los primeros.

En el vestuario y tras la charla de la noche donde todos nos lamentamos por lo sucedido pero cambiamos el chip, incidimos en lo de siempre: tapar a Pedro y ojo con las faltas.

La primera premisa… bueno, la segunda no hay manera.

La primera que coge es penal y el Gato inmenso lo ataja.

Es el que más quedado quedó ayer por el empate, aunque se lamenta, sé que por dentro se está acordando de toda su familia.

Creo que se siente algo culpable y por eso todavía le quiero más.

Le aplaudo la parada y las otras 2 que le parará, pero una no puede evitarla y como no queríamos pero así pasó, empezamos perdiendo.

Estuvimos demasiado obcecados  en golear, en querer hacer la jugada personal, en entrar por el centro y chutar que alguna entrará, pero no salían.

Por suerte justo antes del descanso, apareció Alfredo para puntillar un balón y empatar el partido y dejar las cosas algo mejores para nosotros.

La segunda fue un asedio y una tortura porque no entraba ninguna.

Por suerte y a eso de 10 minutos para el final, el Niño pudo meter el segundo y Marcelo ampliar con el tercero.

3-1: pudieron ser algunos más, César paró bien y mucho, pero debíamos conformarnos.

En el vestuario la cosa estaba algo mejor, pero nos apresuramos para ver el partido entre Sevilla y Madrid.

Me coloqué en uno de los laterales, donde más pegaba Lorenzo, y me olvidé de darme crema, cosa que comprobé a la tarde.

Junto a mí, Óscar, el Niño y Alfredo, que me exasperaron con cada gol preguntando en qué turno jugábamos al día siguiente.

Mientras Madrid y Sevilla se intercambiaban golpes y goles, los más madridistas del mundo mundial, grandes amantes del baloncesto, demostraron que les importa una mierda, y que sólo son del basket cuando gana el Madrid.

Yo ya lo sabía, pero cada uno representó bien su papel.

Lo pasé bien en la divertida discusión, donde el Niño dijo que Tuncery era francés (luego acertó que era turco), y no recuerdo el chirriante nombre que Alfredo le dio a Sekulic. Pero tampoco ningunoo de los dos, grandes conocedores del baloncesto blanco, supieron decir que Sergi Llull, era el tercer base. En fin…. ¡aficionadillos!

Madrid y Sevilla seguían a l suyo, Madrid marcaba, Sevilla empataba.

A mi izquierda, Alfredo era una simpática veleta:

¡gol de Aguilar! (por cierto, tremendo partido el suyo) y Forlán decía: “joder tío, Madrid tiene un culo tremendo. Yo ya sé que van a ganar porque tienen una flor tremenda. Qué puta suerte”.

Pero cuando empataba Sevilla chillaba como un loco y se venía arriba.

A Madrid, le pagaron con la misma medicina que nos había inyectado el día anterior: en 3 minutos, Sevilla le dio la vuelta al partido por 5-4 con 5 goles del inmenso Adolfo Acosta, y Madrid se retiró roto, incluso la reencarnación y el regreso de Fernando Hierro a las canchas: ¡lo juro, igualiito pero igualito que Hierro!

Entonces saltó la alarma y el cambio de rumbo: ¡no había que golear a nadie!

Si ganábamos a Sevilla éramos campeones.

Antes de comer, Adolfo y Raúl vienen a grabar imágenes a la habitación y descubren al gran Zulle, que se despacha con lindezas tales como: “el desamor, es una muerte en vida” o “el pene es tan educado que se levanta para que  se sienten encima…” ¡Genuino!

Adolfo y Raúl flipan, y se preguntan de donde carajo lo hemos sacado.

Tras la comida y otra decepción de Alonso (me jode más que los detractores y pesimistas lo celebren), Zule ya se ha quedado dormido.

Reanudo la lectura del Afgano, de Frederik Forsyth (autor que me recomendó Alfredo), pero al rato siento el sueño y me duermo.

Al despertar, compruebo con horror y placer que he dormido ¡2 horas!

Zule sigue durmiendo y llegará a su mejor plusmarca nacional en el torneo, 3 horitas de nada.

Entonces, al despertar de la siesta compruebo que me ha dado demasiado el sol, pero por suerte no me he quemado mucho, y juro que al dia siguiente me bañaré en protector.

El teléfono despierta a ZUle, es el Niño quien me llama para decirme si quiero ir a un centro comercial, y le digo que no.

Habíamos quedado para bajar a la piscina, pero ha habido algún cambio de planes y yo paso de salir.

A las 8, la tele graba la charla que hacemos en una sala del piso 11 del hotel, en ella uno a uno nos mentalizamos de que podemos ganar, y repasamos una y otra vezz el marcaje a Adolfo.

Salimos a cenar y Urbano nos hace la 13/14 y se larga con Carlos Campos: ¡que sepas que no te la perdonamos!

Vagamos sin rumbo algún rato, el Gato insiste que sabe por donde vamos pero curiosamente, aunque es cierto va cerrando el grupo de muchos ciegos, un perro y un bastón impertinente: ¿por qué no te lo guardás, Miguelito y te lo metés…?

Al final nos encontramos con el equipo de Sevilla, pero estos desaparecen y acabamos en una pizzería poco recomendable.

Tras mil horas pidiendo, y mientras WiWi insiste en que quiere una pizza sin queso, (grande este tipo ¿no?), a todos nos llega nuestro plato.

Pero no aparece la cuatro quesos de GGiaco.

Para colmo, Mario le sigue jodiendo cambiándole la cerveza por otra vacía que Miguel termina bebiéndose por accidente.

Casi cuando estamos ya con la pasta digerida,  la pizza de Giaco que encima tarda medio año en comérsela.

Nos separamos, y mientras más de la mitad se marchan con el gran Mario, el Niño GIaco y yo nos quedamos con Jordi (o según Alfredo Jorge), Álvaro y Óscar, con el que vuelvo a tener una pequeña discusión si hubiera pasado este marcador o el otro, y lo siento hermano pero aunque me quedé en Segundo de BUP con las mates, yo tengo razón.

Nos comemos un buen helado, por supuesto sin queso, y nos volvemos al hotel hablando del partido de mañana.

Zule está aún despierto, pero paso de él, me meto en la cama y mañana será otro día.

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