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sergiobrau

Miguel GOnzález Sanmartín en El Correo

Y añado yo, el escritor de este blog, que al margen de suscribir punto por punto todo lo que a continuación se puede leer, (por eso lo publico), Clemente saca pecho porque nos vuelve a sorprender, porque se cree más listo que los demás. Ese es su máximo pecado, tratarnos a los demás como inferiores a él. Puede que parte de la prensa se crea superior a todos, y si no les ríes las gracias ya no eres su amigo. Pero Clemente no ha cambiado, y lo peor de todo es que todo lo que hace es por llevar la contraria, simple y llanamente. Afortunadamente y gracias a Dios, tiene el santo de cara, porque si no, estábamos peor que el Málaga. Clemente parece adicto a un juego de las sorpresas que no todo el mundo comprende. A él le reafirma. Seguramente se siente más listo que nadie cuando no le aciertan una alineación. Y, en efecto, hay que ser muy listo para predecir la ocurrencia de poner a Murillo en el puesto de Yeste. Una idea genial, en su opinión. Cada semana muestra una combinación distinta de veintitantos jugadores tomados de once en once, pero cargadas del lado de los defensas. Y, en cambio, no sorprende a nadie en lo verdaderamente importante, porque es ya proverbial, un estilo distintivo, una marca, un label, su contumacia defensiva. El partido de Vitoria fue como aquella pensión completa en la posada del dómine Cabra, donde los pupilos comieron una comida eterna, sin principio ni fin y, por la noche, cenaron todos y no cenó ninguno. El de Mendizorroza fue un partido efímero, como el de ese anuncio en el que el árbitro pita el comienzo y los jugadores se saludan camino del vestuario. Tan efímero como el pollo (un sueño) de Carpanta, como el jamón (un aroma) en los bocadillos de algunos bares, como el vermouth (un reflejo) en los dry martinis de los bebedores con lecturas. Se jugó a no jugar, algo tan viejo como el fútbol, el estilo que practican cada temporada, porque no les queda otro remedio, los equipos flojitos cuando se enfrentan a los mejores. En su afán de originalidad, Clemente ha inventando el 'concepto' de central polivalente, que es una variedad del cerrojazo de toda la vida. El entrenador no conoce, en efecto, al Alavés, como había declarado, puesto que lo confunde, por segunda vez, con la selección brasileña. Ya sucedió en la primera vuelta, cuando Lacruz deambuló como alma en pena por el centro del campo, tal y como le habían encomendado, buscando sin éxito a Pelé. No es verosímil, en cambio, que aspirase a la victoria con tantos defensas centrales, y con Yeste en el banquillo (confiemos en que no se trate de un recadito aplazado). Parece más probable que Clemente fuera a Vitoria sencillamente a empatar. A empatar a cero. Una apuesta poco valiente, pesimista, pero paradójicamente de riesgo, puesto que a un equipo tan defensivo le hubiera costado reaccionar ante un hipotético gol del Alavés. El Athletic hizo un buen partido ante el Osasuna. El público salió satisfecho. La critica destacó la contundencia de los centrales y la capacidad creativa de varios jugadores, Yeste entre ellos. Pues bien, la alineación de Vitoria supuso una refutación objetiva del partido anterior, un repliegue contrarreformista. El planteamiento dudaba de los centrales, puesto que se les enviaron numerosos refuerzos, y de los creadores, ya que se les dejó en el banquillo. La alineación de Mendizorroza no fue ingeniosa sino, por el contrario, una refutación del ingenio. Si no os gusta que juegue con cinco defensas - pareció decir Clemente-, voy a hacerlo con seis. Ése sí que es un contraste notable, el de las palabras y los hechos. Para acabar echando el cerrojo no hace falta ser tan valiente.

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