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sergiobrau

Murió "Garrafa" Sánchez: va por él.

Alma de potrero Así vivió siempre el fútbol José Luis Sánchez. La historia de un personaje divertido, admirado por sus compañeros y rivales. Pablo Pisani. —¿Por qué te dicen El Loco? —Viene de Laferrere, porque me gustaba andar en moto, bah... me gusta, aunque no la tengo más. Pero cuando la tenía hacía locuras, por eso me pusieron así. El que me conoce sabe cómo soy y no opina que estoy loco. Y los que dicen que soy loco, es cosa de ellos. Yo sé lo que hago dentro y fuera de la cancha. Tipo frontal, de barrio, Garrafa fue uno de los últimos grandes jugadores que llevaban alma de potrero. En todo concepto, desde la gambeta, desde la pose pícara, desde el alma ganadora, desde esa apariencia que lo mostraba frío en momentos cruciales. Zurdo, fino, volvía locos a los rivales con magia de pies, de gestos y verbal. Era tan hábil para eludir piernas trituradoras como para enloquecer a su marcador, con vericuetos varios. Pesaba más sobre la banda izquierda, para meter la asistencia desde su mejor perfil, pero también hacia malabares como enganche clásico. Así, fue gestando una carrera tan humilde y esforzada como su vida. Desde su barrio-amor, Laferrere (se instaló ahí luego de vivir en La Tablada), hizo camino al andar hasta que Ricardo Calabria lo llevó a El Porve. Curiosamente, el Tano lo eligió después de putearse en un Lafe-Porve. Claro, si El Loco demostró lo que era con el beso que le dio al DT ni bien terminó el partido. Otra de color, en este caso con Oscar Blanco, quien también se cruzó con el zurdo y luego lo llevó a Banfield. En un San Miguel-Porve, Sánchez criticó a Cachín porque le pegaron duro. "Estos se van a quedar todos en la B y yo voy a jugar en la A", chicaneó el volante. Y el DT le contestó: "Qué va a jugar en Primera ese gordito...". Luego se juntaron y quedó todo bárbaro. "Es parecido a Riquelme", no dudó en afirmar Mané Ponce, quien terminó el ciclo de Blanco con Banfield consagrado en 2001 y Garrafa rompiéndola en la final con Quilmes. Ahí cumplía uno de sus sueños, "jugar en Primera". Y hasta se sacó las ganas en la Libertadores, a la que también llegó con el histórico Taladro. Claro, a esa altura ya había dejado pasar una chance de integrar el Boca de Bilardo y Maradona, casualmente por una moto. "Uno de los jugadores más honestos que tuve", cuenta Blanco. De chico, pisó San Lorenzo y Ferro. Ya de adolescente, lo convencieron para probarse en Lafe, donde ya vivía y de donde nunca más se iría. "Pipo Ferreiro necesitaba un marcador de punta izquierdo y me preguntó si me animaba. Así comencé". Recientemente, dio más muestras de que era mágico, a pesar de que las lesiones no le dieron la continuidad que esperaba en la A. Falcioni lo usaba en Banfield como un doble cinco, algo que jamás se hubiese pensado cuando se lo veía romperla en el ataque de El Porve o en el Taladro del Ascenso. Pero rindió igual, porque la calidad no se pierde en ninguna parte de la cancha. Y porque la humildad tampoco, ni el amor por el barrio. "En el 2000 estuve siete meses sin jugar para estar con mi viejo, que se estaba muriendo. Ahí volví a vender garrafas, como cuando era pibe y me quedó el apodo". Ese golpe fue duro. Y cuando volvió, en Banfield 6- Chicago 1, la metió de penal: "Fue un regalo para mi viejo Francisco". Ya había quedado atrás el mal paso por Bella Vista, arrancaba otra historia. Sánchez fue cruzando metas y llenando su alma con las alegrías soñadas de pibe ("Desde chico, el fútbol fue lo mío. Terminé séptimo grado y aposté todo a ser jugador"). Pero hubo algo que no pudo cumplir: "La Selección es un sueño", había declarado en el 2001. A la vez que iba palpitando el final de su carrera: "Me retiraré cerca de los 35, en Laferrere, donde empecé a los 14. Y luego sería DT de las Inferiores". Todo muy de barrio, todo muy de corazón. Todo muy Garrafa.

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